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Hay películas que no necesitan grandes efectos ni giros imposibles para llegar al alma. Caramelo es una de ellas. Una historia tan tierna como desgarradora, tan cotidiana como trascendente. Desde los primeros cinco minutos, cuando aparece ese perrito lleno de vida, con su mirada limpia y su necesidad de amor, ya sabés que te va a romper algo adentro… y así fue.