Maxi Clark
La cantante Katy Perry se embarcó en un "pacto" de sobriedad de tres meses con su prometido Orlando Bloom en febrero. Ahora, "realmente no bebe" durante la semana, pero "disfruta un poco" los fines de semana.
En una entrevista con la revista People dijo: "Hicimos esto porque está filmando una película en Londres en este momento que está tomando cada gramo de su enfoque, así que quería que esa oportunidad fuera de apoyo. Es realmente difícil hacer cualquier cosa, ya sea hacer una limpieza o un reinicio, a menos que lo haga tu pareja. Entonces, hacerlo juntos lo hace mucho más fácil".
Además, como señaló la estrella pop, "fue una oportunidad para reiniciar" y "dejar que mi cuerpo se recupere un poco".
"He tenido una relación bastante buena con simplemente encontrar el equilibrio", explicó Katy. Y agregó, "Me encanta tener mis momentos de reinicio, especialmente teniendo 38 años, equilibrando la intensidad de mi carrera y teniendo una niña pequeña a la que le encanta correr".
Durante años, cada junio se vestía de colores. Las marcas corrían a cambiar sus logos por arcoíris, influencers hablaban de inclusión con brillo en la cara, y hasta los políticos más cínicos publicaban una fotito con la bandera LGTBIQ+ para “quedar bien”. Era el pinkwashing en su máxima expresión: no era amor, era marketing. Pero este 2025, algo cambió. Algo se apagó. Algo se incendió.
Durante años, cada junio se vestía de colores. Las marcas corrían a cambiar sus logos por arcoíris, influencers hablaban de inclusión con brillo en la cara, y hasta los políticos más cínicos publicaban una fotito con la bandera LGTBIQ+ para “quedar bien”. Era el pinkwashing en su máxima expresión: no era amor, era marketing. Pero este 2025, algo cambió. Algo se apagó. Algo se incendió.
Anoche terminé de ver Mazel Tov, la nueva película de Adrián Suar, y todavía tengo los ojos húmedos. No solo por su historia judía cargada de tradición y códigos familiares, sino porque habla de algo que atraviesa a todas las familias, sin importar origen, fe o idioma: los vínculos. Los que tenemos. Los que no supimos cuidar. Y los que aún pueden repararse.
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Durante años, cada junio se vestía de colores. Las marcas corrían a cambiar sus logos por arcoíris, influencers hablaban de inclusión con brillo en la cara, y hasta los políticos más cínicos publicaban una fotito con la bandera LGTBIQ+ para “quedar bien”. Era el pinkwashing en su máxima expresión: no era amor, era marketing. Pero este 2025, algo cambió. Algo se apagó. Algo se incendió.