Anoche terminé de ver Mazel Tov, la nueva película de Adrián Suar, y todavía tengo los ojos húmedos. No solo por su historia judía cargada de tradición y códigos familiares, sino porque habla de algo que atraviesa a todas las familias, sin importar origen, fe o idioma: los vínculos. Los que tenemos. Los que no supimos cuidar. Y los que aún pueden repararse.
MundoAyer
Mauro Patat
Suar interpreta a un hermano menor que vuelve desde Nueva York a Buenos Aires para una celebración importante. Pero lo que parecía una fiesta se transforma en un espejo que muestra las grietas invisibles de la familia. El verdadero corazón de la película está en el personaje del hermano mayor , interpretado con una sensibilidad descomunal por Fernán Mirás, que se roba la película con su mezcla justa de dureza, ternura y dolor contenido.
Mazel Tov no es solo sobre secretos familiares. Es sobre promesas silenciosas, sobre las cosas que no se dicen por amor, por vergüenza, o por miedo. Es sobre lo que creemos que pasó y lo que realmente sucedió. Y también, sobre cómo volver a mirar al otro sin rencor. Adrián Suar no solo actúa: insiste, como en toda su carrera, en hablarnos de los vínculos. Y esta vez, lo hace con una profundidad que conmueve.
Mazel Tov nos recuerda que no hay familia perfecta, pero sí hay intentos. Y que a veces, una simple verdad dicha a tiempo puede ser la llave que abre un abrazo postergado.
Para llorar, para sanar, y para mirar un poquito hacia adentro. Recién llego de los cines a Disney+.
No se la pierdan. Es un 8.
Anoche terminé de ver Mazel Tov, la nueva película de Adrián Suar, y todavía tengo los ojos húmedos. No solo por su historia judía cargada de tradición y códigos familiares, sino porque habla de algo que atraviesa a todas las familias, sin importar origen, fe o idioma: los vínculos. Los que tenemos. Los que no supimos cuidar. Y los que aún pueden repararse.
Anoche terminé de ver Mazel Tov, la nueva película de Adrián Suar, y todavía tengo los ojos húmedos. No solo por su historia judía cargada de tradición y códigos familiares, sino porque habla de algo que atraviesa a todas las familias, sin importar origen, fe o idioma: los vínculos. Los que tenemos. Los que no supimos cuidar. Y los que aún pueden repararse.