Maxi Clark
En medio de informes de que Britney Spears, de 41 años ha estado luchando por su bienestar psicológico y que había planes para una intervención, la cantante recurrió a Instagram para defender el asunto por sí misma; "Me enferma el estómago que incluso sea legal que la gente invente historias de que casi muero...", escribió Britney. "¡Quiero decir que en un punto, ya es suficiente!"
Como resultado, se cuestionó cuánto compartirá en las redes sociales en el futuro.
"Probablemente tendré que dejar de publicar en Instagram porque, aunque disfruto haciéndolo, ¡obviamente hay mucha gente que no me desea lo mejor!". Britney continuó. "Sinceramente, no me sorprende en absoluto... ¡Otra vez haciendo lo mejor que puedo!" Y, en última instancia, la ganadora del Grammy sólo quiere seguir adelante con su vida después del final de su tutela de 13 años.
"Nuevamente, la tutela terminó hace casi un año...", agregó Britney, quien se liberó de su padre en noviembre de 2021. "No amigos, no es 2007... ¡es 2023 y estoy haciendo mi primera lasaña casera en casa! ¡¡¡Finalmente conseguí que mi chimenea funcionara en mi sala de estar!!!"
Antes de finalizar su publicación, que también incluía una foto con las palabras "un estado de gratitud te llevará a una frecuencia más alta", Britney compartió algunos consejos de su esposo Sam Asghari: "Como mi esposo lo dice mejor: ¡no creas todo lo que lees!" dijo ella. "¡Todo ese amor de vuelta hacia ti!"
Además de que le gustó la publicación de Britney, Sam, de 28 años, dejó las cosas claras: "No se produjo una intervención", dijo en un comunicado. "Mi esposa tiene el control total de su vida y continuará tomando todas las decisiones relacionadas con su cuidado, independientemente de las circunstancias. Especulaciones sobre su salud son inapropiadas y deben terminar de inmediato".
Durante años, cada junio se vestía de colores. Las marcas corrían a cambiar sus logos por arcoíris, influencers hablaban de inclusión con brillo en la cara, y hasta los políticos más cínicos publicaban una fotito con la bandera LGTBIQ+ para “quedar bien”. Era el pinkwashing en su máxima expresión: no era amor, era marketing. Pero este 2025, algo cambió. Algo se apagó. Algo se incendió.
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Anoche terminé de ver Mazel Tov, la nueva película de Adrián Suar, y todavía tengo los ojos húmedos. No solo por su historia judía cargada de tradición y códigos familiares, sino porque habla de algo que atraviesa a todas las familias, sin importar origen, fe o idioma: los vínculos. Los que tenemos. Los que no supimos cuidar. Y los que aún pueden repararse.
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Durante años, cada junio se vestía de colores. Las marcas corrían a cambiar sus logos por arcoíris, influencers hablaban de inclusión con brillo en la cara, y hasta los políticos más cínicos publicaban una fotito con la bandera LGTBIQ+ para “quedar bien”. Era el pinkwashing en su máxima expresión: no era amor, era marketing. Pero este 2025, algo cambió. Algo se apagó. Algo se incendió.